Educar en el diálogo, de la Escuela a las redes
Eso de que el diálogo es un pilar fundamental del aprendizaje, más allá de una frase manida, se convierte en un gran descubrimiento cuando tenemos hijos. En la crianza de una niña de 3 años como es mi caso, la fascinación es diaria. Somos su libro, su frontón, su guía y su espacio de pruebas. Tan importante resulta lo que se dice y cómo se dice, lo que se escucha y cómo se responde, que incluso asusta esa gran responsabilidad que tenemos en lo que aprende, asimila y descubre una persona en los primeros años de vida. Todo a base de ver, imitar, consultar y compartir a través de la palabra.
Photo by Kelly Sikkema on Unsplash
La conversación en la Escuela
Y tristemente luego ese potencial socrático se acaba aparcando en la Escuela, como nos recuerda Alfonso González en este post de Educación Abierta:
También en la educación hemos decidido que tenemos demasiadas cosas que hacer y demasiado deprisa para poder atender dónde está la verdad; los matices, los tonos, los gestos, los silencios. Cada vez angustia más esperar, cada vez inquieta más enfrentarse a lo complejo. La conversación requiere tiempo y espacio, dentro y fuera de la escuela.
Para los alumnos, los dispositivos digitales se han convertido en simuladores de la amistad con los que han eliminado las exigencias de las relaciones con los compañeros; no tienen que dar respuestas a los sentimientos de otros, ni integrarlos en su intimidad. Siempre acompañados y siempre solos. […]Los alumnos están tan ocupados comunicándose que no tienen tiempo para pensar, y mucho menos para pensar en los demás. La tecnología no nos ofrece una educación emocional. Las personas sí. La escuela, debería.
Conversación: del blog a las redes
Hubo un tiempo en que “conversación” parecía sinónimo del mundo blog, se celebraban congresos bajo ese lema e incluso se publicaron varios libros con ese título. Hasta entonces dejar una impronta en forma de comentario en internet estaba relegado principalmente a los foros, en los que no se concebía tanto el hablar con alguien, sino el hablar de algo y siempre bajo un nick o seudónimo que nos proporcionaba cierto cobijo. Sí que teníamos los chats, pero ahí la diferencia estaba en el carácter efímero de la conversación y en su rápido traslado al espacio íntimo. Los históricos del lugar recordarán aquello del “abrimos privado”. Los blogs, en cambio, vinieron a sumar huella personal, diálogo público y fijación en el tiempo.
Fueron los primeros años del formato hasta que allá por 2007 llegó la soledad a los blogs, se quedaron vacíos de comentarios y nos fuimos a las redes (Facebook y Twitter). Ante el abandono de los lectores de feeds comprendimos que teníamos que salir a esas plazas a ofrecer nuestro post y empezamos a hablar allí. Y algunos incluso pusimos plugins para que las interacciones en Twitter se anidaran a modo de comentarios y no sentirnos tan solos. Por si fuera poco, 2018 el RGPD ha venido a complicarlo un poco más y ahora no solo es que no tengamos comentarios, sino que tenerlos nos obliga a una mayor gestión de los mismos. Y empezamos a estar cansados, yo empiezo a estar cansada y a pensar que no me merece la pena el esfuerzo de tenerlos abiertos si total, ya nadie comenta 🙁
Interacción no es sinónimo de conversación
Otro tema a analizar es qué tipo de conversación se ha trasladado a las redes. Sin duda es de otra naturaleza, más ágil, pero también más ligera, con todo lo que ello conlleva. Estas últimas semanas he hablado para mi tesis con muchos periodistas que empezaron teniendo blogs personales hace más de diez años y que coinciden en el potencial de interacción de las redes sociales hoy, pero no tanto en su uso conversacional. Y es una distinción que creo relevante, interacción de por sí no es sinónimo de conversación, como tampoco de diálogo.
Esta evolución en gran parte tiene que ver con el efecto masivo (el dispositivo móvil y la sencillez de las aplicaciones ha incorporado a muchos más usuarios), que ha hecho también que se haya difuminado el concepto de comunidad. En los blogs teníamos la sensación de hablar con un grupo más o menos acotado o imaginado, en las redes su propiedad viral hace que cualquier cosa se pueda disparar sin apenas control de para quién hablamos y qué expectativa de lectura tenemos. Todo es más rápido, y por ello más superficial, con menos contexto, sin reposo para profundizar, para interpretar y para discutir en un ambiente más heterogénero pero también más difuso. Un ambiente que empieza a mostrar síntomas de agotamiento, de falta de entusiasmo en estos actores (me refiero a los periodistas que son objeto de mi estudio), pero esto da para otro post y este ya me ha quedado muy largo.