Mi contribución al Libro blanco de la Juventud 2020 en el Senado
En octubre tuve el honor y la responsabilidad de comparecer en el Senado invitada por la Comisión que trabaja en el Libro Blanco de la Juventud 2020. La transcripción de la intervención oral está disponible en las Actas del Senado en su web. De ahí entresaco los últimos párrafos que copio a continuación.
Extracto de la comparecencia en el Senado para el Libro Blanco de la Juventud 2020, 13 de octubre de 2010
En los últimos años se viene hablando de la necesidad de alfabetizar al ciudadano del siglo XXI en las competencias digitales para transformar la sociedad de la información en una sociedad del conocimiento. Las dinámicas de este nuevo entorno tecnosocial con mayor disponibilidad de fuentes de información y recursos educativos, gracias a las TIC, están modificando las formas tradicionales de construir, comunicar y enseñar el conocimiento.
Dentro del terreno de la educación, se habla de un nuevo paradigma donde el centro del proceso de enseñanza-aprendizaje tiene que ser el estudiante, ese joven del futuro que queremos construir. En esta perspectiva el estudiante no va a estar asociado exclusivamente a un espacio y a un tiempo de aprendizaje, así que cada vez más vamos a necesitar entornos de aprendizaje continuo. Se trata de integrar el aprendizaje no formal, qué se está desarrollando fuera de los entornos educativos, qué se está aprendiendo en los entornos de las redes sociales o en entornos físicos no formales, en espacios en centros culturales y en todas esas redes de aprendizaje que podemos llevar a los sistemas más formales. Este planteamiento provoca también cambios en la forma de concebir quién enseña, cómo y con qué aprender. En este sentido, el modelo de profesor pasa de ser una fuente y un filtro de conocimiento, porque como institución mediadora está en cuestión, para adaptarse a un nuevo rol como facilitador del aprendizaje o tutor del proceso.
La práctica de los alumnos les proporciona una experiencia de gran valor como emisores de contenido y como productores de su propio canal de comunicación, construyendo su propia identidad como autores, reforzando su autoestima y relacionándose en público en un proyecto con intencionalidad comunicativa y social. Tener voz y comunicarla a través de este tipo de medios genera toda una serie de aprendizajes que entrenan y capacitan en las competencias propiamente digitales, puesto que obliga a buscar información, a contrastarla, a evaluarla, a reinterpretarla y a elaborarla junto a otros lenguajes multimedia.
La red y la cultura participativa pueden ser enfocadas como un fértil ecosistema de una extrema riqueza y diversidad, como un lugar donde sembrar Internet, donde cultivar y donde recoger conocimiento, pero también un lugar que tenemos que aprender, como ciudadanos digitales, a proteger y a cuidar para que siga creciendo. Para ofrecer algunos elementos sobre por dónde podríamos reforzar en esta tarea de construir el mejor entorno posible para que se puedan desarrollar como ciudadanos digitales, tendríamos que identificar nuevos perfiles profesionales y adaptar los sistemas educativos a una realidad más dinámica y flexible.
Necesitamos cambios estructurales en todo el recorrido del modelo educativo, desde la enseñanza primaria hasta la universitaria, así como una formación continua profesional que traslade el peso de lo individual a lo colaborativo. No estamos enseñando al ritmo de las metodologías con que están aprendiendo fuera de la escuela, ahí hay un desfase que hemos de corregir porque cada vez será mucho más crítico. Estos cambios requieren de nuevos modelos de relación alumno-profesor, nuevas formas de acceso y uso de los contenidos digitales, nuevos espacios para metodologías del «aprender haciendo» en entornos de laboratorio, nuevas tecnologías para el aprendizaje en movilidad y nuevos formatos curriculares con nuevas formas de evaluación más social.
En este sentido, ayudará observar y aprender de los éxitos en el aprendizaje no formal que se da tanto en ámbitos digitales como físicos: qué y cómo se aprende en las redes sociales on line y qué y cómo se aprende en los centros culturales de creación colectiva tipo medialabs que tenemos en nuestras ciudades. Por otro lado, hay que ensanchar el uso de los derechos de propiedad intelectual buscando fórmulas más abiertas y flexibles que permitan desarrollos de modelos de negocio sostenibles en favor de un bien común. Como dice el profesor de Derecho en Stanford, de alguna manera el padre de las licencias creative commons, Lawrence Lessig, no podemos construir una sociedad sobre la criminalización de nuestros niños como futuros piratas.
También hay que apoyar el desarrollo de tecnologías libres y metodologías colaborativas que fomenten la innovación abierta favoreciendo el crecimiento de nuevos modelos de creación de riqueza. Ser competentes como profesionales y ser competitivos como economía pasa por compartir información, por sumar inteligencia colectiva a problemas complejos, por trabajar en grupo y por trabajar en red.
Por otro lado, hay que ofrecer contenidos abiertos y flexibles que permitan su reutilización, apropiación y uso creativo por parte de los jóvenes para generar nuevos productos. En este sentido, es importante hacer mención a los movimientos en esta línea de la cultura de lo abierto, del open access, para publicaciones académicas, así como los open data y open government para la generación de administraciones transparentes y responsables.
Asimismo, hay que impulsar nuevos modelos productivos y sostenibles en sectores emergentes, como pueden ser la economía verde, la economía social, la economía digital, la empleabilidad de los jóvenes. Esto está muy relacionado con la necesidad de fomentar este espíritu creativo y emprendedor de producción y creación que tienen y que están demostrando en sus prácticas en la red.
Por último, está la idea de ciudadanía digital, y me gustaría cerrar mi intervención como la empecé, con el porqué de la alfabetización digital, que en última instancia pretende conseguir ser un mejor ciudadano digital. Ser digital no es una elección ni un capricho, es el atributo natural de la sociedad contemporánea que debemos favorecer y dinamizar desde las políticas públicas y desde todos los ámbitos, porque la mejor manera de proteger un bien para que siga creciendo es abrirlo y compartirlo. Protejamos la juventud 2020 ofreciéndole los medios técnicos y formativos para acceder a la información, producir y compartir conocimiento de modo que pueda participar activamente en la sociedad y construir un mundo más sostenible y solidario.