Atrapados en la atención
No cabe duda de que vivimos en un tiempo con una oferta desbordante de contenidos que demandan nuestra atención. Con el cambio de siglo la comunicación pública pasó de la asimetría entre emisores (instituciones, empresas y políticos, principalmente) y receptores (aquellas “masas” así llamadas por el propio modelo de intermediación que ejercían los medios de comunicación), a que cualquier persona pudiera tener una “imprenta” en sus manos: la promesa libertaria de internet. Y así hemos llegado a un estado de cacofonía incesante donde todos preferimos decir a escuchar , donde producir y diseminar contenidos es tan rápido y barato que la desinformación y la manipulación encuentran el mejor caldo de cultivo para actuar. Vivimos entre el síndrome de Stendhal y el de Diógenes, cuál Sísifo en un bucle eterno ante tanta bulimia. Con la angustia de ver tantos contenidos que guardar para “un luego” que nunca llega, tantos hilos, tantos vídeos, tantas series, tantas newsletters, tantos libros...